Ese funambulista
que en mitad del cable se da cuenta que si avanzase y llegase hasta aquel lado,
no conseguiría más que una inconfesable desazón por no estar en el lado del que
viene y que le provoca un malestar parecido a un agujero succionador. Aunque donde
peor se encuentra es en este alambre ligeramente destensado.
Claro, que con el compromiso del público ahí delante, a ver quién es el guapo
que se baja y dice que él no tiene nada que ver con esto. Que de funambulista nada.
Que le trajeron empujando otros dos hasta el circo y que luego
todo se lió.